Viernes 24 Marzo 2023

Andalucismo, soberanía e izquierda

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marcha rota 3  Año 2022: un gobierno de la Junta de Andalucía con mayoría absoluta del PP, un presidente de la Junta que se declara “andalucista” que trata de marcar un “estilo propio”, pretendiendo ser continuador del extinto Partido Andalucista y dejándose ver con el antiguo líder andalucista Rojas Marcos en actos públicos. Este gobierno del PP ha dado al 4 de Diciembre un reconocimiento oficial, si bien no como “Día (Nacional) de Andalucía”, sino como “Día de la Bandera de Andalucía”, y ha aceptado una proposición no de ley de un grupo que se define andalucista de izquierda –Adelante Andalucía- para “la desclasificación de toda la documentación referente a los sucesos del 4 de diciembre de 1977 en Málaga y del asesinato de Manuel José García Caparrós” e “instar al Gobierno del Estado la desclasificación de toda la documentación de la Comisión de Encuesta, sin anonimizar nombres propios, referente a los sucesos del 4 de diciembre de 1977 en Málaga y del asesinato de Manuel José García Caparrós, así como toda la información relativa a los hechos que permanece bajo secreto”, dando así satisfacción a unas de las reivindicaciones que la familia de García Caparrós ha venido sosteniendo todos estos años. Prácticamente, desde el periodo 1982-1984, esto es, el periodo de Rafael Escuredo como presidente de la Junta, no veíamos tantas demostraciones públicas por parte de las instituciones andaluzas de adhesión “andalucista”, nótese el entrecomillado.

  La cuestión es que el PP en Andalucía ya tenía elaborado desde hacía tiempo el marco teórico en el que ahora se está desenvolviendo. En 2010, el PP de Javier Arenas presentó lo que bautizaron como el “andalucismo constitucional” en un foro organizado en Carmona -el lugar no fue elegido por casualidad- en mayo de aquel año llamado “Nuevo Andalucismo” y que fue presidido por el ex alcalde de San Fernando y ex presidente del Partido Andalucista, Antonio Moreno, contando igualmente con otros ex militantes del PA como Miguel Calvo, que ya por aquel entonces había recalado en el PP, Manuel Jiménez, Daniel Sánchez, Miguel Ruiz Madruga o Emilio Lechuga, todos ellos antiguos cargos del PA, especialmente del ámbito municipal, donde por aquel entonces el PA mantenía algo de músculo institucional. Con toda esta puesta en escena, el PP pretendía prepararse para el ciclo electoral que se venía: en 2011, elecciones municipales, de hecho este foro tuvo su repercusión municipal con un manifiesto “Alcaldes con el andalucismo constitucional” fechado en enero de 2011, pero sobre todo, las elecciones andaluzas del 2012; pero aquellas elecciones dejaron un sabor agridulce para el PP: ganó las elecciones, pero sin el número de votos suficientes para poder formar gobierno, propiciando un gobierno de PSOE e Izquierda Unida que duró hasta 2015. Aquellas elecciones certificaron la maldición del eterno candidato perdedor Arenas, un candidato con demasiado peso muerto para ganar en Andalucía; el “andalucismo constitucional” quedaría guardado en el congelador hasta que Moreno Bonilla ganó las elecciones en 2018 y pudo formar gobierno con Ciudadanos, gracias a los votos de los ultra nacionalistas de Vox; pero en realidad, no sería hasta la mitad de la legislatura, sobre 2020 –con el gobierno del PSOE y UP instalado en Madrid-, cuando Moreno Bonilla sacó del congelador el artefacto conceptual del “andalucismo constitucional” para meterlo en el microondas, recalentarlo y servirlo como un novedoso plato.

  Al respecto, conviene aclarar algunas cuestiones: la primera, que este recurso al andalucismo del PP tenía -y sigue teniendo- por objetivo disputarle la hegemonía electoral e institucional al PSOE. La segunda, ya desde antes de 2010, cuando se formula el "andalucismo constitucional; del PP, se podía intuir la posible desaparición del Partido Andalucista, abriéndose así un espacio político e institucional a disputar.

  Por último no se puede separar el andalucismo del PP de la existencia de un gobierno español en manos de una coalición entre PSOE y UP, que el “andalucismo constitucional” del PP surgiera en 2010, con el PSOE controlando la Junta y el Gobierno español, se congelara tras las elecciones andaluzas de 2012, con un gobierno de la Junta en manos del PSOE –primero con IU y luego sostenido por Ciudadanos- y el Gobierno español en mano del PP, no es casual.

  Igualmente, no habría que perder de vista que el recurso al andalucismo por el PP es una respuesta a lo que algunos denominan como tercera ola del andalucismo, o como desde otros sectores lo interpretamos: más como un momento político y social limitado a determinados segmentos sociales que una ola propiamente dicha. El PP argumenta que su intención es que Andalucía salga del vagón de cola español, pero desde una perspectiva neoliberal, imitando lo que ellos entienden como modelos de éxito, es decir, la gestión del PP de Madrid o de Galiza. El PP, a diferencia del PSOE, ha sabido leer mejor este momento político andaluz y pretende aprovecharlo.

  Todo esto vendría a dejar sin argumentos a esos sectores de izquierda en Andalucía que postulaban la inexistencia no ya de una conciencia nacional andaluza, sino de una conciencia andalucista en el pueblo andaluz, y que afirmaban por activa y por pasiva que la pelea por el andalucismo era innecesaria, curiosamente, o más bien, de forma oportunista, algunos de esos sectores hoy se reclaman del “andalucismo”.

  Sobre esta última cuestión habría que hacer mención al artículo El andalucismo, la nación y la clase en el siglo XXI del compañero Curro Cuberos en el que niega la posibilidad del oportunismo por parte de esos sectores de izquierdas que han abrazado el andalucismo en los últimos tiempos, con el argumento, más que discutible, de que bajo los procesos de globalización neoliberal y el consiguiente vaciamiento de poder de los Estados nacionales, determinados sectores de izquierda han tomado una conciencia nacional de la que antes carecían o repudiaban. Refutar el mito noventero – de moda en los 90 en determinadas élites intelectuales del siglo pasado- del vaciamiento de poder de los Estados es algo que supera el propósito de este artículo pero que entendemos que cae por su propio peso, cuando el neoliberalismo no vació el poder del Estado sino que en todo caso lo modificó –intervención estatal- aumentando incluso su papel en favor de los intereses capitalistas y de las relaciones de poder de clase de los capitalistas; igualmente, refutar algo ya evidente desde la pandemia de la Covid 19 –e incluso desde antes- y, sobre todo, con el conflicto entre la OTAN y Rusia en suelo ucraniano, como es el proceso de desglobalización creciente, o que en los procesos de globalización desde finales de los 70 para acá los Estados han cumplido un rol fundamental, es algo que sobrepasa las intenciones de este artículo. De todas formas, como ya veremos, estas tesis tiene su consecuencia en la articulación política del andalucismo de izquierdas.

  Llegados a este punto hay que abordar la cuestión que está siendo debatida en varios artículos y objeto de diferentes análisis: ¿andalucismo o andalucismos?, ¿es posible un andalucismo de derechas?, ¿el andalucismo solo puede ser de izquierdas? La práctica, que es a la que debemos acogernos para dar respuesta a estas cuestiones, ya dejó hace mucho tiempo bien claro que puede existir un andalucismo españolista, incluso nacionalista español, como un andalucismo soberanista o independentista, y que, igualmente, puede existir un andalucismo de derechas, conservador, como un andalucismo de izquierda, progresista, de clase, y que en su declinación puede apostar por modelos reformistas, socialdemócratas o revolucionarios, de liberación y de superación del modo de producción capitalista. No es necesario retroceder en el tiempo para tener constancia de ello, ni hablar de las diferencias irreconciliables entre los partidarios de Blas Infante y los de José Gastalver.

  Para el PP de Moreno Bonilla y su idea de “defender Andalucía y lo andaluz” es perfectamente compatible conmemorar el 4 de Diciembre como “Día de la Bandera” con ser una colonia, mantenernos en la dependencia y la marginación y por supuesto, perfectamente compatible con la monarquía postfranquista española, faltaría más; para Moreno Bonilla se puede reivindicar la modalidad lingüística andaluza y, a la vez, hacer de Andalucía un gran hotel con campos de golf, un lugar ideal para teletrabajar para CEOs y ejecutivos del Norte de Europa. Moreno Bonilla puede compaginar, en definitiva, grandilocuentes discursos “andalucistas” con hacer de Andalucía una gran colonia de exportación de energía, o una hacienda para proveer de productos agrarios baratos a Europa, o con las rebajas fiscales a los rico, mientras la pobreza y la marginación es el pan nuestro de cada día para miles y miles de andaluces; pero, ¿por qué? Porque su visión de Andalucía y de lo andaluz va en interés de la clase a la que representa y de una visión por la cual Andalucía tiene que cumplir un papel determinado dentro del Estado español en particular y de la internacionalización de la economía en general, acorde, insistimos, a unos intereses de clase que se presentan hábilmente como un interés general del pueblo andaluz que beneficia a todos los andaluces y andaluzas por igual. Como Moreno Bonilla no se cansa de decir: “hacer de Andalucía una tierra de oportunidades”. Quizá esto era impensable en los 70 y 80 del siglo pasado en Andalucía, de ahí el fracaso de Clavero Arévalo con el PSLA y la Unidad Andaluza, pero el caso es que hoy está siendo una realidad.

  Al respecto se suele confundir el hecho de que no exista en este momento histórico un andalucismo soberanista de derechas y burgués, que en un momento dado proponga una ruptura con el régimen español -como en Catalunya-, con que no pueda haber un andalucismo de derechas. A día de hoy, y dada nuestra realidad material y las relaciones de clase, el andalucismo de derechas que puede existir es españolista y defensor a ultranza de la monarquía postfranquista española, como por otro lado, Moreno Bonilla y el PP andaluz no pierden ocasión de dejar claro.

  La cuestión es ya qué andalucismo se puede y se debe contraponer a ese andalucismo de derechas neoliberal. Es aquí donde tenemos el gran problema, ya que al andalucismo institucional del PP, en realidad, lo que se le está contraponiendo es, de un lado, una argumentación que gira entorno a enunciados con escaso desarrollo ideológico y político, y una praxis excesivamente y, a veces, exclusivamente, centrada en lo institucional y lo electoral.

  Apelar a un “andalucismo de clase” o a un “andalucismo de izquierdas” sin que se desarrolle qué significan esos términos hace que se caigan en reacciones panfletarias como la que tuvo el llamado andalucismo de izquierdas cuando se anunció el 4 de Diciembre como “Día de Bandera”, del tipo: “el andalucismo es mucho más que una bandera, el andalucismo es derecho a una sanidad y educación pública, a una vivienda digna, etc.”. No es que esa reacción no sea válida o no sea de izquierdas o fundada en los valores o intereses de la clase obrera y los sectores populares andaluces, sino que son una mera reacción superficial y espontaneísta perfectamente asimilable no ya por la lógica capitalista, sino por el régimen postfranquista español como, y esto es lo importante, por el andalucismo de derechas españolista y neoliberal del PP.

  Por tanto, al nuevo andalucismo del PP hay que oponerle un andalucismo que cuestione el poder político realmente existente, el que nos somete a la marginación, la dependencia y la colonialidad, con un andalucismo que proponga un poder político soberano, con un nuevo marco institucional que sirva de herramienta al poder organizado del conjunto del pueblo trabajador andaluz. Por tanto, no valen aquí ambigüedades; si, como se propone desde el andalucismo de izquierdas hay que reivindicar nuestro patrimonio constitucional y eso incluye la Constitución española de 1978 y el actual Estatuto de Autonomía, entonces jamás podremos salir de los marcos políticos establecidos por la oligarquía española y sus andalucistas de nuevo cuño; y por favor, eso no significa, de ninguna de las maneras, que haya que dejar de señalar los incumplimientos de los marcos legales impuestos en Andalucía, es decir, dejar que lo poco progresista que pueda haber en la Constitución y el Estatuto se cumplan, pero en todo caso, esa debería de ser una tarea táctica, nunca estratégica, es decir, una prueba de la necesidad de su sustitución por un marco legal andaluz soberano como expresión política del pueblo trabajador andaluz.

  Se puede reclamar al Estado 800 o mil millones de euros, se puede apelar al agravio comparativo y a que el Estado se haga cargo de lo que le corresponde, pero de nada sirve todo eso sin la aspiración estratégica a un poder político soberano andaluz, sin instrumentos propios que se encarguen de implementar políticas concretas que nos refuerce como país soberano en la perspectiva socialista y postcapitalista. Las reclamaciones económicas o de voz propia en Madrid solo tienen sentido si van en esa perspectiva, sino, se acabará reproduciendo la praxis y el discurso del desaparecido Partido Andalucista, algo que, en esta coyuntura, solo puede beneficiar al andalucismo constitucional renovado del PP.

  Por eso, artículos como el del compañero Curro Cuberos pueden llevarnos a la frustración, la diletancia o la pasividad, ya que si en la globalización neoliberal los Estados o, por extensión, cualquier institución política está vaciada de poder por los mercados, entonces, ¿para qué luchar por un poder político soberano andaluz si de todas formas estará vacío de poder por unos mercados presentados como entes etéreos?

  Esto nos lleva forzosamente a la necesidad imperiosa de articular un movimiento popular soberanista de izquierdas, obrero y popular. El nuevo marco institucional soberano andaluz solo podrá nacer de la lucha del conjunto pueblo trabajador andaluz organizado, ya que es en la praxis de lo concreto donde nace el poder del pueblo. La tarea política en este caso no debería ser la de un simple acompañamiento pasivo, como ha venido siendo hasta ahora, sino la de sostener ese poder, dándole coherencia y sentido global, y sobretodo preparándolo para ser la nueva institucionalidad obrera y popular andaluza soberana que venga a sustituir a la viejas instituciones autonómicas nacidas del Régimen monárquico postfranquista español del 78.

  Al respecto, llama poderosamente la atención el artículo de Floren Ramírez ¿Que ocurre en Andalucía? ¿De pronto todo el mundo es andalucista? en el que un miembro del principal partido dentro de Adelante Andalucía, Anticapitalistas, critica tanto el vaciamiento ideológico en ciertas reivindicaciones del andalucismo de izquierdas como el excesivo peso de lo electoral y como todo ello impide tomarse las cosas con calma y reflexión. Llama la atención porque el artículo no tiene precisamente un tono autocrítico sino que más bien son críticas que se arrojan a otros sectores de Adelante Andalucía como si Anticapitalistas fuera un actor secundario o como si la líder visible y mediática de Adelante, Teresa Rodríguez, fuera una persona independiente, sin adscripción a ningún partido, ¿acaso Anticapitalistas no ha propiciado todas y cada una de las tendencias que Ramírez critica?

  No queremos terminar este artículo sin hacer dos consideraciones finales para invitar a la reflexión: 1) Entre los límites de las propuestas de “tener voz en Madrid” o de creer que el problema andaluz se puede resolver inyectando dinero desde las instituciones del Régimen, se encuentra el ignorar el papel muy diferente de Andalucía al de otras naciones del Estado español que pueden estar oprimidas sin que ello suponga un despliegue colonial, como son los casos de Catalunya y Euskal Herria; por otro lado, una consecuencia poco tenida en cuenta de estos discursos es cómo manejar la pelea localista y provincialista por los recursos del Estado y cómo esas peleas son hábilmente aprovechadas por el nacionalismo español; 2) ligado a nuestro rol dentro del Estado español, debemos situar la cuestión de la andalufobia, es decir, el moderno Estado español se ha venido construyendo en la esquizofrenia de, por un lado, despersonalizar y manipular los rasgos identitarios andaluces para presentarlos como españoles, y, por otro, en el mismo odio a esas elementos identitarios, en su infravaloración y falta de respeto. La consideración de Andalucía y de los andaluz como un subproducto de baja calidad de Castilla que comenzó a gestarse prácticamente desde la conquista del al Andalus del Guadalquivir se encuentra en el fondo del asunto, por tanto cabe preguntarse, ¿hasta qué punto el actual Estado español se construyó no solo contra al Andalus sino también por extensión contra Andalucía? ¿cómo todo ello afecta a nuestra realidad material presente, de un lado, y de otro cómo afecta a nuestra inserción en el Estado español y en el mundo?

Por Antonio Torres.